El victoriano pueblo de Marysville, cerca de Melbourne (Australia) tenía un jardín de fábula lleno de verdes y colores frescos… Un sitio mágico por sí mismo en el que Bruno Torf había conseguido encumbrar más aún la fantasía de los cuentos de hadas, un lugar que comenzó con unas pocas esculturas y más tarde eran trescientas en medio del bosque… La comunión de arte y naturaleza no es nueva en la historia de la humanidad, el maravilloso Bomarzo es un ejemplo distinto (e igual) que me viene a la cabeza, cerca de Viterbio (Roma), donde la historia italiana nos manda hasta el siglo XVI, a la casa de Pier Francesco Orsini (1523-1583) y Giulia Farnesio (1474-1524), a la muerte de ella, a la necesidad de él de recordar ese dolor, a la contratación del arquitecto Pirro Liborio (1507-1583) para que creara un bosque repleto de figuras llevadas a cabo por distintos artistas, llenas de sufrimiento, que con el tiempo se han esmerado en parecer más agónicas (humedad y erosión, dos de los mayores problemas que sufren las obras al aire libre, junto al graffiti, un arte que deja de serlo cuando el soporte son muros ajenos y mobiliario urbano, para convertirse en puro vandalismo), lo que, por otro lado, las ha dotado de ser mucho más impresionantes… a la vista está.
Como decía, arte y naturaleza se han hermanado muchas veces y no siempre sale bien, no siempre gusta, no siempre se sabe lo que se hace, no siempre se respeta a la Madre Tierra, por muy hermoso que sea lo que estamos viendo… Este es el caso de la ya referida Marysville, porque no vamos a culpar al destino de la destrucción de tanta belleza (irreparable en el caso de los seres vivos)… sí, destrucción: a principios de este 2009 un incendio arrasó casi 500.000 hectáreas de terreno australiano, y con ello, este Edén, honrado en un video (que agradezco a Ra me lo haya enviado) que ronda por youtube (con música, por si a alguien le importa, del mystic’s dream de Lorena Mckennit que sale en el Final Fantasy II… -no sé de qué estoy hablando-) y que creo pertenece a la capitana de Reflejos, donde he encontrado casi toda esta información. Asimismo doy paso a la página oficial del Torf, donde con un simple clic pasamos del color a la desolación... al menos lo están intentando reconstruir, algo es algo.
A quien le pueda interesar, interesar mucho además, porque con tanto enlace se puede aburrir, Bomarzo fue inmortalizado en película (1949) por Michelangelo Antonioni, en libro por Mujica Láinez (1910-1984), y éste llevado a la ópera (1966) por Alberto Ginastera (1916-1983); un enlace interesante donde ver detenidamente las esculturas (y de donde saqué las fotografías al respecto) es Trivago y otro que profundiza en el tema desde el punto de vista artístico es Horticon.
Más información sobre Marysville, Bruno Torf y el incendio del parque australiano, aquí, donde hay una buena galería de trabajos (justo de ahí he cogido algunas fotos para mi entrada) geniales.