Un día, con su voz de tres años y su cara de angelita, entre palabras recién aprendidas, alguna frase hecha y alguna personal, Andrea comenzó a contarme que uno de sus compañeritos de guardería (de cuyo nombre no puedo acordarme) empujaba a las niñas (haciéndolas caer, imagino –o quiero imaginar-, sobre los tatamis de la sala de juego) para luego saltar sobre ellas, por lo que la maestra (obvio, ya había tardado) se enfadó…
Fue en este instante de la historia cuando mi sobrina se traspuso al cuerpo de dicha educadora y tras una retahíla (a medias entre el satanismo y la tartamudez) de palabras en apariencia inconexas entre sí, con la voz más grave soltó “¡NOOOO, LAS CHICAS NO SOMOS COLCHONETAS!”. Me quedé fascinada, mirándola con los ojos llorosos sin entender al principio mi propia reacción: qué gran grito de guerra para ella (aunque su intención no fuese sino literal) y qué enorme para mi…
2 comentarios:
Qué gran verdad!!!!!
Muchos discursos feministas, entre tanta palabrería, no han conseguido un mensaje tan esclarecedor como éste para denunciar la actitud machista de muchos aspectos sociales actuales. "las niñas no somos colchonetas"......... genial!!!!!!
Amiga, se lo que se siente esa lagrimilla que no baja y ese nudo en la garganta, y el corazón pasa de la calma a ser un avispero. Las niñas /os lo comentamos una vez son un poco el reflejo del hogar y una pizca la escuela y todo lo demás de la vida que ven, viven e interiorizan. Viva las generaciones venideras y cuidarlas y podarlas que son el futuro del mundo ….
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