Así pasó. Andrea (mi sobrina) llegó... y fue recibida con mil brazos abiertos.
¿Se parece a mamá o a papá?
Empezó a crecer, y su carita a modelarse a sí misma, nueva, pero indiscutiblemente familiar.
¿Se parece a papá o a mamá?
Los ojos, la nariz, aquel par de carrillos y la risa contagiosa… Lo vimos claro. Se parece (sobre todo) a su abuela Mari (mi madre).
De veras que se parecen, con casi siete décadas de diferencia y son un par de gotas de agua...
Y yo me parezco a mi madre. Y me hace ilusión creer que una parte de mí, una pequeñita, la mejor espero, tal vez viva ahora en algún rincón de Andrea.
Por cierto, a quien le interese, la foto original de este des-arreglo, la encontré en El Tamiz, justo desde donde nos cuentan la falacia que es que las gotas de lluvia tengan forma de lágrimas (según palabras del propio título del artículo).
2 comentarios:
No hizo falta que comenzara a modelarse su carita, a las pocas horas de nacer ya era clavadita a su abuela...es q fue verla y pensar ¿q hace doña Mari metida en esa cuna? muy fuerte!!
Jiji, es cierto...
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