Aunque los antecedentes se remontan hasta épocas que pocas creerían y muchos niegan, el primer “[…] Día Internacional de la Mujer […]” como tal “[…] tuvo lugar el 19 de marzo de 1911 […]” y en él “[…] participaron más de un millón de mujeres ansiosas por hacer saber al mundo sus reivindicaciones:
- El derecho a voto.
- El derecho a la ocupación de cargos públicos.
- El derecho a la formación profesional.
- El derecho al trabajo y a la no discriminación por el mero hecho de ser mujer […]".
Así comienza la Historia del Día Internacional de la Mujer Trabajadora según las investigaciones hechas por DíadelaMujer.net.
La versión más extendida (todo ello capturado en la página arriba mencionada) de cómo empezó todo cuenta “[…] que el 8 de marzo de 1857 en Nueva York las mujeres de una fábrica […] protestaron por la mejora de sus condiciones laborales, tras lo cual el empresario dueño de la fabrica las encerró y prendió fuego a la fábrica muriendo 129 mujeres. El mito continúa afirmando que en conmemoración de este suceso surgió más adelante el Día Internacional de la Mujer, pero en realidad no existe ningún documento fiable que […]” reconozca este final. Pero que el incendio ocurrió, ocurrió, en concreto “[…] el 25 de marzo de 1911 […] en la fábrica Triangle Shirtwaist Company de Nueva York […]”, corroborándose así la historia de la muerte de más de un centenar de trabajadoras.
La investigación más formal acerca de cuándo se adjudicó el establecimiento del Día Internacional de la Mujer Trabajadora nos lleva hasta “[…] Copenhague donde, en 1910, en la celebración de la II Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas, se aprobó por unanimidad el establecimiento […]” de dicho Día “[…] como método de lucha por la causa de la mujer […]”. La culpable de tan justa propuesta fue Clara Zetkin (1857-1933). “[…] tras el éxito del primer encuentro más países fueron sumándose a la manifestación pública sucedida. Rusia lo hizo en 1913 y en el resto de Europa se llevaron a cabo mítines de apoyo a la mujer y en contra de la guerra (Primera Guerra Mundial) […] Fue el 8 de marzo de 1917 […]” precisamente en Rusia, “[…] donde, como consecuencia de la escasez de alimentos, las mujeres se amotinaron […]”, un hecho trascendental que “[…] marcó el comienzo de la Revolución Rusa […]” y “[…] derivó en la caída del Zar y en el establecimiento de un gobierno provisional que por primera vez concedió a la mujer el Derecho al Voto […] la relevancia de este suceso […] situó definitivamente en el 8 de marzo del calendario gregoriano al Día Internacional de la Mujer Trabajadora […]”.
¿Pero cómo estaban, década arriba, década abajo, las cosas en España? Léanse este Contrato de Maestra (y ya empezamos con que exista uno para ellas –éste que sigue a continuación- y otro para ellos) de 1923 y se responderán...
Es todo tan pasmosamente injusto…
Para el gusto (o el disgusto) de nuestra sociedad, a nivel nacional debe ser nombrada Clara Campoamor (1888-1972), una señora a la que le debemos la victoria del sufragio femenino desde el 1 de Octubre de 1931, durante la Segunda República, conseguido con 161 votos a favor frente a 121 en contra.
Con dicho voto, las mujeres españolas comenzaron un camino nuevo, arduo y lento (aún en construcción) hacia lo que Campoamor promulgaba desde el comienzo: “[…] que los derechos […]” tengan “[…] un tratamiento legal igualitario para hombres y mujeres y que, por ello, los principios democráticos […]” garanticen “[…] una Constitución republicana basada en la igualdad y en la eliminación de cualquier discriminación de sexo […].
Y aunque me gustaría indicar que dicho y hecho, cualquiera con dos dedos de frente sabe que esto no es así, ni en España, ni en el mundo: supongo que aún nos queda mucho por hacer. Parafraseando uno de los emblemas (póster creado por Howard Miller) que el movimiento laboral feminista incluye en sus filas: We can do it (chicas)!
…lástima que tenga que ser peleando.